Umeboshi, un tipo de ciruela más bien parecido al damasco, que se deja por largos períodos (alrededor de 2 años) curándose en sal, es parte de la dieta japonesa, ingrediente clave de la macrobiótica, e infaltable en la dieta de los samurais del período clásico.
Las ciruelas umeboshi son particularmente ácidas y saladas. Al principio su sabor puede parecer demasiado fuerte, pero una vez que te acostumbrás, te resultarán infaltables para acompañar el arroz o el mijo.
Se la conoce por su poder energizante, ya que su fermentación con hojas de shiso (una especie de albahaca o menta japonesa de color morado) aumenta su contenido en ácido cítrico, que utilizamos para descomponer el ácido láctico, causante de, entre otras cosas, fatiga.
Si bien no he podido encontrar ningún estudio que lo confirme, sitios de todo el mundo afirman que una sola ciruela neutraliza el efecto acidificante de 100grs. de azúcar refinada. Cierto o no, lo importante es que sí está demostrado su efecto alcalinizante de la sangre, como depuradora hepática, tónico intestinal (ya sea para casos de flojera o estreñimiento), reductor del colesterol y estabilizador de la glucosa en sangre.
Son además una buena fuente de calcio, hierro y fósforo, y elementos sinérgicos para su correcta absorción.
Suele tomarse hervida junto con té bancha (sobre el que escribiré proximanente) y shoyu como potente y efectivo energizante.
Así que de ahora en más,cuando alguien diga que los encurtidos no son saludables, podés contarle de estas fantásticas ciruelitas.
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